Uno, a veces, no se da cuenta. No es consciente de que está presenciando,o tal vez, de que participa en un milagro. La propia dinámica de los hechos le lleva a actuar sin pararse a reflexionar. Y sólo tras pasar el tiempo, y al ver una foto vieja, o un vídeo de youtube, cae en la cuenta de que ha formado parte de un acontecimiento prodigioso.
Viene todo esto a cuento de que hace unas semanas, mientras dos equipos de fútbol jugaban el enésimo partido del siglo de este mes, y llovía con una furia bíblica digna de mejor causa, un grupo de niños y adolescentes se preparaban para representar en el teatro de una pequeña población de provincias la versión musical de una conocida película de dibujos animados.
De hecho no es lo más importante la calidad del montaje, que es mucha, ni que esa representación se celebrase por una causa especialmente noble. Ni tampoco, la extraordinaria emotividad que ha provocado un público enfervorizado y entusiasta. Lo más llamativo es que, en los tiempos que corren, cerca de treinta chicos se pongan de acuerdo para llevar a cabo un proyecto en común. Y que un adulto, contradiciendo la máxima que no hay que trabajar con niños o animales en cuestiones de espectáculo, se proponga llevar a cabo el reto.
Pues uno, aunque de lejos, ha sido testigo de cómo lo que parecía una utopía irrealizable, se ha completado. Y no puede dejar de maravillarse de que cuando se apagan las luces, y se levanta el telón, se siga produciendo el milagro.
No siempre, pero en esta ocasión, uno sí se ha dado cuenta.
1 comentario:
Querido amigo: el milagro, como efectivamente dices, es rodearse de gente llena de valores que es capaz de hacer ese esfuerzo para ayudar a gente anónima y contar, además, con personas solidarias que ayudan a hacer grande la causa y que , como tú, sean capaces de percibir la esencia de lo que realmente es importante.
Desde lo más profundo de mi persona...gracias.
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