Carroña

En alguna parte, un tren descarrila. Tras perder el control de su trayectoria, gira sobre sí mismo como una peonza y se deshace.
Para los que somos de letras, las explicaciones sobre la velocidad, las balizas, cómo entró en la curva y otros aspectos técnicos son un arcano al que no podemos acceder. 
Lo sustancial es que hay decenas de personas que eran transportadas en ese tren que ya no van a ver ningún amanecer más. Y ante una tragedia como esa, el ser humano muestra lo poliédrico que puede llegar a resultar su comportamiento.
Podemos encontrar héroes anónimos, que se olvidan de sí mismos, y anteponen a los demás sobre sí mismos. 
Y podemos encontrar seres como éste, que se dedican a intentar obtener beneficios de los cadáveres aún calientes. No resulta difícil imaginar como  este sujeto, que después de hacer su "trabajo", se sienta frente al cubo de la basura, lo abre y se dispone a cenar. Y tampoco se descarta que su jefa, en la soledad de su despacho, se masturbe con las imágenes del accidente y sus consecuencias, imaginando el programa de detritus que perpetrará la mañana siguiente. A pesar de que no es la primera vez, puesto que ya lo hecho con cadáveres de niños u otras situaciones similares, no deja de encontrarle gusto a eso de satisfacerse en la tragedia ajena.
Y hay personales como ella, que aprovechan para hacer partidismo del más abyecto y bailan un zapateado sobre las víctimas y sus familias.
Y también hay figurones, que en un momento en el que todas las manos hacen falta, sacan su teléfono y se ponen a grabar. No contento con ello, difunde su vídeo para que todos sepamos la gran labor social que hacen los "videoaficionados", o así los llaman.
En fin. El ser humano, capaz de lo mejor y de peor, de nutrirse de la carroña, o de sembrar flores en la basura.

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