en un minuto


En los tebeos de Astérix, uno de los personajes siempre andaba con el miedo de que el cielo cayese sobre sus cabezas. El viernes, en las regiones más deprimidas de este triste país, cayó el cielo sobre las cabezas de todos los que habían salido a buscarse la vida. Para ser exacto, al conductor de esta furgoneta, que se diría de reparto, le cayó el cielo y se le abrió el suelo.
No resulta sencillo encontrar las palabras para tratar de expresar las sensaciones que han de venir a tu cabeza cuando circulas por una autovía, que tan sólo tiene 20 años, y ésta, literalmente, se viene abajo. Tal vez el intenso torrente de adrenalina que ha de circular por tus venas en esos eternos momentos, en los que aprietas con desesperación el acelerador, y escuchas como el asfalto, los hierros, y toda la estructura se deshace como azúcar, no te da opción a nada más.
O quizá sí. Quizá piensas en el beso que no diste a tu hija por que tenías prisa, o que no podrás volver a abrazar a tu mujer. En esos terribles, largos y extenuantes momentos en los que pareces un personaje de dibujos animados, corriendo sobre planchas de hormigón que caen sobre la riada, tu vida no parece tan mala, y darías lo que fuera por tener la oportunidad de seguir disfrutándola y padeciéndola un poco más.
Al final, el motor de tu furgoneta responde, y consigues llegar al otro lado del puente, mientras a tu espalda sólo queda un hueco en lo que era una orgullosa obra de ingeniería humana.
En un minuto, en un sólo minuto, has visto la piel del diablo y la cara de Dios (aunque no creas), y en ese minuto te has dado cuenta de lo frágil que es tu existencia. En un minuto, en un sólo minuto has plantado cara a la muerte y le has dicho que todavía no era tu momento. Y la muerte, tal vez dolida, pero resignada, como en el cuento, te buscará en otro momento y en otro lugar.
(Nota: la foto que inspira este escrito ha aparecido en todos los medios, pero no he sido capaz de encontrar más información sobre lo sucedido)

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