de la belleza

Si uno busca en el Diccionario de la Real Academia (seamos sinceros: todos lo utilizamos en su versión de internet) el significado de belleza encontraremos "Propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas"
Pues bien, a pesar de lo aséptico de la definición, lo que tiene la idea de  belleza es que es como la nuca: todo el mundo tiene una.
Y además, la belleza, o la percepción que tenemos de la misma, es mutable en el tiempo: no te hace vibrar lo mismo cuando eres un adolescente que cuando peinas canas (quienes la conserven). 
No obstante, hay algo en lo que casi todos están de acuerdo. Cuando llega el acontecimiento más importante de tu vida, cuando  ese diminuto  y extraño objeto que es un ser humano en miniatura te mira por primera vez, crees que no has visto nada más hermoso en tu vida, aunque en tu interior, tu yo consciente sepa que no lo es.
Este rodeo viene a cuento porque  traigo a este blog un pequeño poema de Amalia Bautista que habla, básicamente, de lo que sientes al ver a esos pequeños seres, medio majaretas, que te han convertido en un esclavo.
Aunque ese poema está equivocado: los pies de mis hijas son mucho más bonitos.

en un minuto


En los tebeos de Astérix, uno de los personajes siempre andaba con el miedo de que el cielo cayese sobre sus cabezas. El viernes, en las regiones más deprimidas de este triste país, cayó el cielo sobre las cabezas de todos los que habían salido a buscarse la vida. Para ser exacto, al conductor de esta furgoneta, que se diría de reparto, le cayó el cielo y se le abrió el suelo.
No resulta sencillo encontrar las palabras para tratar de expresar las sensaciones que han de venir a tu cabeza cuando circulas por una autovía, que tan sólo tiene 20 años, y ésta, literalmente, se viene abajo. Tal vez el intenso torrente de adrenalina que ha de circular por tus venas en esos eternos momentos, en los que aprietas con desesperación el acelerador, y escuchas como el asfalto, los hierros, y toda la estructura se deshace como azúcar, no te da opción a nada más.
O quizá sí. Quizá piensas en el beso que no diste a tu hija por que tenías prisa, o que no podrás volver a abrazar a tu mujer. En esos terribles, largos y extenuantes momentos en los que pareces un personaje de dibujos animados, corriendo sobre planchas de hormigón que caen sobre la riada, tu vida no parece tan mala, y darías lo que fuera por tener la oportunidad de seguir disfrutándola y padeciéndola un poco más.
Al final, el motor de tu furgoneta responde, y consigues llegar al otro lado del puente, mientras a tu espalda sólo queda un hueco en lo que era una orgullosa obra de ingeniería humana.
En un minuto, en un sólo minuto, has visto la piel del diablo y la cara de Dios (aunque no creas), y en ese minuto te has dado cuenta de lo frágil que es tu existencia. En un minuto, en un sólo minuto has plantado cara a la muerte y le has dicho que todavía no era tu momento. Y la muerte, tal vez dolida, pero resignada, como en el cuento, te buscará en otro momento y en otro lugar.
(Nota: la foto que inspira este escrito ha aparecido en todos los medios, pero no he sido capaz de encontrar más información sobre lo sucedido)

GIN TONIC Y GAZPACHO

El gin tonic nació como una bebida casi medicinal, en la India, cuando los casacas rojas del ejército inglés comenzaron a beberla.
En tiempos no muy lejanos, cuando en España no había metrosexuales, y lo más de lo más era llevar un cadenón de oro sobre un torso velludo, un gin tonic, con su nombre (y su origen)  inglés, era una bebida seria. De hombres, vamos. Una ginebra, Larios, normalmente, y si nos poníamos estupendos, una Gordon´s, una tónica cualquiera, hielo, limón y listo.
Como esto del alcohol es como la bolsa, que va fluctuando, se pusieron de moda otros licores: el ron, el tequila, el vodka, o el whisky, que siempre ha estado ahí. Y a los que pedían (pedíamos) ginebra con tónica en un bar , se les situaba en el escalón inmediatamente superior al de los bebedores de coñac o anís.
Pero hete aquí que la ginebra ha vuelto, y que ahora coinciden al pedirla tanto el joven gafapasta que viene de hacer cola por su iphone, como el señor que en su bar de toda la vida, se puede fumar un puro con sus amigos. Aunque esta última afirmación no es del todo cierta, ya que el diseño, la nueva cocina y otras mandangas han entrado de lleno en el mundo de los combinados.
Para empezar, si vas a un bar, quien te sirve ya no es un camarero, sino un bartender, reconocible porque va mejor vestido y peinado que la mayoría de los clientes. Además, si el local tiene posibles, te mostrarán una carta de ginebras y de tónicas, para que elijas la combinación más adecuada, y en algunos, incluso una carta de hielos (y no es broma).
Si pides una Hendricks, échale pepino, y una tónica QTonic, porque otras son muy carbónicas... o si eliges Citadelle, pues Fever Tree, frutos rojos, menta, Lima y jengibre. Y se llega a extremos como éste en el que, como si se tratase de un gazpacho (de ahí el título, qué bien traído, eh) has de entretenerte en ir apartando los tropezones para beberte el combinado. 
Quizá se trate de  una servidumbre de nuestra época, que lo complica todo para llegar al mismo sitio, o quizás los que sólo queremos una copa, refrescante, y con su punto justo de amargor, no seamos sino residuos de tiempos pasados en los que los teléfonos servían para hablar, y las cámaras hacían fotos. En fin...
Terminando...Ésta era la ginebra que tomaba Frank Sinatra,San Frank Sinatra . Añádale hielo, tónica y limón.. y ya está.



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